viernes, 22 de abril de 2011

Campeones Asmáticos por Ignacio Romo

El deporte de elite es compatible con la patología respiratoria.

El ejercicio físico no es privativo de los pacientes asmáticos sino que, al contrario, se ha convertido en una parte del tratamiento de la enfermedad, siempre que se haga bajo un estricto control médico.

El pasado verano Tom Dolan se convirtió en héroe nacional de los Estados Unidos. El país organizador de los Juegos veía pasar los primeros días de competición olímpica en Atlanta sin que ninguno de sus deportistas consiguiera una medalla de oro hasta que llegó la victoria de Dolan.


El nadador del Estado de Virginia, plusmarquista mundial de los 400 metros estilos, saltaba de golpe a las portadas de los periódicos como primer triunfador estadounidense. Sin embargo, pocos sabían que su triunfo tenía un mérito añadido por su condición de enfermo asmático. Tom Dolan padece un cuadro asmático severo y ha sufrido crisis importantes incluso en competición.


Pocas semanas antes de los Olympic Trials (las pruebas de selección del equipo estadounidense), Dolan se desvaneció cuatro veces y en una ocasión tuvo que ser trasladado urgentemente al hospital después de un entrenamiento. Su preparador, el húngaro Jan Urbanek, se vio obligado a dar instrucciones a sus compañeros de equipo para que vigilaran a Dolan durante las largas sesiones de entrenamiento: las crisis asmáticas en el agua son especialmente peligrosas. Sin embargo, lo cierto es que el debate en torno a la conveniencia del deporte en los pacientes asmáticos parece haberse cerrado definitivamente en los últimos años.


El ejercicio físico no sólo ya no se contraindica en los asmáticos sino que se ha convertido en los últimos años en un eslabón más del tratamiento integral de la enfermedad y el palmarés de los Juegos Olímpicos se está llenando de campeones asmáticos. El caso más llamativo sigue siendo el de la selección olímpica americana en los Juegos de Los Angeles, en 1984. Estados Unidos presentó un total de 597 deportistas, de los cuales más de un 11% sufría asma. Lo que nadie esperaba es que este reducido grupo de 67 deportistas consiguiera la impresionante cifra de 41 medallas.


En esta enfermedad, con frecuencia, la duda surge en los padres de niños asmáticos: ¿es conveniente que hagan deporte? Recientemente, y al margen del ejemplo de deportistas de alto nivel como Tom Dolan, se ha demostrado que la actividad física regular es una parte importante en el tratamiento integral del asma y proporciona un importante beneficio físico y psíquico al paciente. A un asmático no se le debe prohibir la práctica de deportes. Con fármacos inhalatorios, antiinflamatorios y un buen seguimiento médico, incluso pueden competir al más alto nivel. A la hora de seleccionar qué tipo de actividades son idóneas para conseguir una mejoría en la capacidad física del asmático los expertos en fisiología pulmonar recomiendan aquellos deportes que les estimulen a realizar esfuerzos progresivos, de duración media a larga y de intensidades medias.


El comienzo de los asmáticos en el deporte ha de ser gradual, con el objetivo de disfrutar con el ejercicio físico y mejorar su capacidad aeróbica. Los expertos desaconsejan las obsesiones competitivas exageradas así como la fijación de objetivos difíciles o metas demasiado exigentes. El trote lento, es decir, la carrera a pie sin emplear ritmos elevados y con el único objetivo de mejorar la condición física, es uno de los ejercicios más recomendados por los neumólogos. Al paciente asmático joven se le anima a correr sin agobios, disfrutando de la carrera y sin plantearse objetivos de tiempo ni distancia. Con el tiempo, la mejoría suele ser tan notable que muchos asmáticos se animan a tomar parte en carreras populares. Es en este punto en el que el asmático debe someterse a una estricta supervisión médica si quiere plantearse el deporte a nivel competitivo. La práctica de la natación es otro deporte muy recomendado por los expertos en aparato respiratorio para los enfermos con asma, incluso en aquéllos aquejados de las formas severas de la enfermedad. El ambiente húmedo y la inhalación de vapor de agua en las piscinas cubiertas climatizadas se considera beneficioso para el asmático.

Ejercicio suave.
Por regla general, al enfermo con asma se le recomienda cualquier actividad aeróbica (ejercicios de duración media o larga) pero sin alcanzar nunca el 80% de intensidad en los primeros meses de práctica deportiva. En el caso de los asmáticos de edades superiores a los 40 años lo más aconsejable es caminar media hora al día y realizar ejercicios gimnásticos suaves. En realidad, sólo el buceo y la pesca submarina están expresamente contraindicados en los asmáticos.


Al igual que en cualquier otro deportista pero con mayor motivo en el caso de los asmáticos, el calentamiento debe preceder siempre a la actividad física, que ha de ser intermitente o a intervalos para reducir el riesgo de aparición del llamado asma inducido por el ejercicio, que suele presentarse unos 10 minutos después de finalizada la actividad física. Las sesiones de ejercicio físico de un asmático no deberían sobrepasar los 60 minutos de duración y se aconseja una frecuencia de entre 3 y 5 veces por semana. En los asmáticos con un cuadro severo es esencial inhalar la medicación a base de estimulantes beta-adrenérgicos en la media hora previa al ejercicio. Con el tiempo se podrá ir disminuyendo gradualmente la dosis a medida que mejora la condición física.


Un apartado importantísimo para el asmático, sobre todo en los deportes que se practican al aire libre, es la temperatura. Aquí la opinión de los neumólogos es unánime: el asmático debe evitar hacer deporte cuando hace frío. Los deportes de invierno no son aconsejables en estos enfermos ya que pueden desencadenar una crisis.



En cuanto a los deportistas de primera fila que han triunfado a pesar de ser asmáticos, destaca el ejemplo del atletismo. Entre los atletas asmáticos más recientes hay que citar a la especialista en pruebas combinadas Jackie Joyner (campeona olímpica de heptathlon en Seúl 88 y Barcelona 92) y el corredor de Kenia Billy Konchellah, dos veces campeón mundial de los 800 metros. El caso de Konchellah describe muy bien el caso del deportista asmático. Se vio obligado a cambiar repetidas veces de entrenador porque su enfermedad no era comprendida y sus inesperados bajones de forma exasperaban a sus diferentes preparadores. Konchellah abandonó su país y se afincó en Los Angeles hasta que comprendió que el alto nivel de polución (el temido smog) de la ciudad californiana no hacía sino empeorar su enfermedad. Decidió marchar a México donde se entrena ya sin preparador alguno, siguiendo sus propias directrices. Con ocasión de los Campeonatos Mundiales de Tokio, Billy Konchellah (cuyos cronos durante toda la temporada habían sido mediocres) dio la sorpresa al conseguir clasificarse para la final de los 800 metros.

Poco antes de la prueba inhaló como de costumbre su medicación a base de agonistas beta-adrenérgicos y minutos más tarde cruzaba la línea de meta en primera posición gracias a un fenomenal esfuerzo en la última recta. Su ejemplo ha animado a muchos corredores asmáticos a seguir en la competición, siempre bajo un estricto control médico.

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